¿Debemos entender las ciudades como marcas?

 

La marca-ciudad como herramienta para construir un proyecto que conecte con los de dentro y atraiga a los de fuera.

Abordar las ciudades como marcas nos ayuda a repensarlas y a generar un proyecto de ciudad para el futuro. A establecer un paraguas que les dé coherencia, que respete el imaginario colectivo, pero que consiga llevarlo un paso más allá. Generando sentimiento de comunidad y orgullo de pertenencia a través de una narrativa que atraiga a visitantes y capital exterior, al mismo tiempo que es amable con sus vecinos.

En un contexto tan interconectado y exigente, hoy las ciudades compiten ferozmente entre sí por el talento, el turismo y la inversión. Y aunque uno de sus objetivos es sin duda impulsar la competitividad, es importante no dejar de lado a las audiencias internas. Esto significa competir también en calidad de vida y poner a las personas en el centro de todo.

Porque al fin y al cabo son las personas las que crean prosperidad, las que inician negocios, las que invierten y las que aportan talento. De ahí que cada vez sean más las ciudades que promuevan iniciativas participativas que involucran a la ciudadanía en los procesos de transformación y gestión.

El reto está en construir una narrativa que realmente refleje la idiosincrasia del lugar, una historia que los residentes sientan como propia. La marca-ciudad ha de vertebrar no sólo la comunicación de cara al exterior sino el día a día de la ciudad y su relación con los ciudadanos.

Y es que, aunque su público sea mucho más transversal y heterogéneo las ciudades, como las marcas, deben cuidar sus valores y tener una posición clara respecto a los grandes temas como la sostenibilidad o la salud. Y, de la misma forma, deben saber qué ciudad son hoy y cuál quieren ser mañana. Definir un propósito que les guíe a largo plazo y les ayude a ser la ciudad que sus ciudadanos demandan.

Porque una marca-ciudad, más que un sistema visual bonito y colorido que lucir en banderolas y comunicaciones, debería posicionar a la ciudad y servirle de palanca hacia el futuro.

Melilla presentó la semana pasada en FITUR la nueva marca de la ciudad con la que quiere reivindicar su gran patrimonio y una diversidad cultural única en el mundo.

Oslo renovó su marca con el objetivo de generar sentimiento identitario en sus habitantes y de aportar coherencia en sus comunicaciones.

Viena además de crear un sistema gráfico que facilitase el día a día de residentes, empleados y empresas, puso en el centro de su estrategia su valor diferencial: ser la ciudad con más calidad de vida del mundo.